La caja de un muerto se quejaba amargamente: “¡No es fácil ser ataúd: quien nos hace no nos quiere, quien nos compra no nos usa y quien nos usa nunca nos ve!”.
Cría Perros…
Carmen y Juan formaban un matrimonio bondadoso, sin hijos, amante de los animales. Una tarde fría, un perro se acercó a pedirles comida. Se apiadaron de él y le dieron albergue. Llegaron tres más. También los recogieron. Fueron adoptando a todos los perros vagos que pasaban por allí. Llegaron a tener cien. Sus amigos dejaron de visitarlos porque las reuniones, con tanto animal apelotonado, se hacían incómodas. Juan y Carmen gastaron todo su dinero en alimento canino. Tuvieron que pedir prestado para dar de comer a esas bestias que no cesaban de reproducirse. Un buen día la pareja, llena de deudas, se encontró con que no tenía comida ni para ella ni para la jauría. Ayunaron. Los perros, hambrientos y furiosos, devoraron al matrimonio.
Sospechas
-Ella puede engañarme, Maestro. Tengo celos.
-Lo que pasa es que temes que otro le dé a tu mujer lo que tú no puedes darle.
Ojos Que No Ven
Un insensato, viendo a un hombre santo caminar en la noche alumbrando con gran dificultad el camino para no matar a las hormigas que lo atravesaban, le dijo: “¡Oh virtuoso varón, yo puedo solucionar su problema: apaga tu vela, marcha en la oscuridad y ya no tendrás remordimientos!”.
Las Reliquias
Murió el santo y no se pudrió. Le cortaron un pie, la lengua, le extrajeron el páncreas y varios huesos, para enviar esas reliquias a diversos templos. El cadáver comenzó a sollozar, interminablemente. Se hizo tan intenso ese lamento que los sermones y las misas ya no pudieron oírse. Se vieron obligados a ir de iglesia en iglesia para tratar de recuperar los pedazos. Lo que originó verdaderas batallas porque los feligreses se negaron a devolver tan venerados restos. El páncreas, en medio de una pelea, cayó al suelo y fue devorado por los perros. El cadáver imputrescible no se pudo completar. Así mutilado siguió lamentándose. Lo amordazaron, pero sus intensos murmullos hicieron temblar los muros. Acabaron vistiéndolo de diablo y colocándolo a la entrada del templo, encadenado bajo el dominante pie de una Virgen de piedra. Los creyentes, al entrar, le lanzaban insultos y basura.
Delirio De Grandeza
Un yesero carga un Cristo para llevarlo a una iglesia. Ve que a su paso por la calle los ciudadanos se prosternan. Cree que es un homenaje dedicado a su persona. Se siente divino. Quiebra la escultura y abre los brazos. No comprende por qué lo apedrean.
Calidad Y Cantidad
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.
Ser Y Parecer
Aquella sombra trabajó esforzadamente la mayor parte de su vida, privándose de lujos y placeres. Al fin reunió la suma que necesitaba para comprarse un cuerpo de carne y hueso. Con gran orgullo se lo pegó en los pies y lo obligó a hacer todo tipo de actividades inútiles sólo para lucir su posesión ante las demás sombras que, cansadas de manejar tantos años sus cuerpos, los movían siguiendo un diagrama de gestos banales y fáciles de ejecutar.
El Verdadero Milagro
Un hombre se vistió de Cristo, trepó a un árbol y llamó a gritos a los habitantes de la aldea anunciándoles que era hijo de Dios y que iba a hacer milagros. “Saltaré desde aquí para volar como un águila.” Brincó, cayó al suelo y se rompió una costilla. Los aldeanos lo insultaron, tratándolo de impostor. Éste, alzándose con trabajo, les dijo: “Si ustedes tuvieran fe en mí, volaría”. Le respondieron: “Primero vuela, luego creeremos en ti…”. Un loro que pasaba por allí escuchó la discusión. Dijo: “Aunque nadie tiene fe en mí, yo vuelo. Y a pesar de que vuelo, nadie cree en mí…”. Pero los aldeanos, preocupados de apedrear al Cristo, no le prestaron atención.
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